Hace un par de años escribí estas líneas que hoy reproduzco en El Heraldo, con motivo de la partida de un buen ser humano, además de un político histórico, con quien viví buenos, alegres y tristes episodios:
vi recientemente a Don Jesús Martinez Ross en la presentación de su libro autobiográfico, en Cancún.
Primero fue su rostro, cuando escuchaba a los expositores de la presentación en la Biblioteca Municipal de la Crónica, y después al caminar pausado saludando a todos los asistentes al evento.
Luego tuve oportunidad de darle un abrazo y a mi mente vinieron recuerdos históricos de la entidad, pero también momentos privados que viví con él cuando coincidimos en una publicación ya desaparecida.
Pasamos muchas horas juntos con largas charlas que para mí fueron grandes enseñanzas.
De él aprendí mucho de la historia de Quintana Roo, pero también escuché lo difícil que puede ser tomar decisiones como gobernante en momentos complicados.
A veces -me dijo- gobernar te da tanto poder que hasta llega la disyuntiva de decidir por la vida de los demás o tomarla. Afortunadamente -remató- nunca tuve esa tentación.
Don Chucho, como le dicen con afecto los quintanarroenses, es el gran formador de la clase política de Quintana Roo; por supuesto, también pionero de la misma.
La vida le ha dado grandes regalos, como el privilegio de ser el primer constitucional del Estado, pero le ha presentado tristezas, momentos muy duros.
Una vez me dijo en mi oficina, donde gustaba despachar las veces que decidía visitar el periódico: “Es una gran impotencia saber que puedes tener mucho dinero y de nada te sirve para salvar la vida de alguien de tu sangre”.
Al poco tiempo sufrió la pérdida de su hija Lizbeth, con quien coincidí en la secundaria y la preparatoria.
Otro momento complicado que viví con el ex gobernador fue cuando le tocó informarme sobre mi relevo como director de la publicación. Empero, la buena relación y la amistad que construimos en esos años, ayudó a que las cosas fueran menos complicadas. Las razones de mi salida las contaré en otra ocasión.
Cumplió recién 91 años. Me invitó a un festejo que le organizaron con un grupo de amigos, pero no pude acompañarlo. Lo hice, sí, en años anteriores.
Me da gusto verlo llegar a esa edad como deben llegar los hombres como él: enteros y con una gran lucidez mental.
Hoy bromea diciendo que no lo retiren antes de tiempo, que todavía puede sorprendernos y buscar una senaduría en la próxima elección federal.
Don Chucho es historia, pero también es presente.
Luto: El Estado está de luto por su fallecimiento. Toca a las autoridades actuales honrar su memoria y hacer trascender su legado.