Es 18 de octubre de 2025, te alistas para salir con tus amigos, pero no es un sábado en la noche cualquiera, la cita es en la Plaza de Toros de Cancún. No es un recuerdo escuchar de fondo una de sus canciones, son una leyenda del rock mexicano que te hace pensar que la vida parece perfecta.
A las 21:10 horas, los gritos del público anuncian la aparición de Alfonso, Diego, Sabo, Alejandro y Saúl en el escenario. En cuanto suenan los primeros acordes de “Debajo de tu piel”, la euforia colectiva se desata y continua con “Detrás de ti”. Los asistentes se entregan por completo a la emblemática banda de rock alternativo nacida como “Las Insólitas Imágenes de Aurora” en la Ciudad de México en 1987.
Durante más de dos horas de concierto, Caifanes llevó a sus fanáticos por un viaje sonoro y emocional a través de sus más de tres décadas de historia. Canción tras canción, los seguidores corearon los clásicos que marcaron una época, mientras las nuevas generaciones descubrían la magia de una agrupación que sigue tan vigente como en sus primeros años.
El setlist incluyó temas como “Viento”, “Mátenme porque me muero”, “Perdí mi ojo de venado” y “La célula que explota”, himnos que provocaron coros multitudinarios y más de una lágrima de emoción. La voz inconfundible de Saúl Hernández, acompañada por la energía de Diego Herrera en los teclados y saxofón, el inconfundible bajo de Sabo Romo y los tambores de Alfonso André, envolvieron la velada en una atmósfera de comunión total con el público.
Entre luces, aplausos y gritos, Saúl tomó el micrófono para agradecer a Cancún por tantos años de apoyo.
“Esta conexión que tenemos no se rompe, porque Caifanes vive mientras ustedes sigan cantando con nosotros”, dijo el front man de la banda.
El público respondió con ovaciones que resonaron en todo el recinto, confirmando que el legado de la banda sigue tan vivo como en los noventa.
Mientras los acordes finales se desvanecían, el público seguía cantando, renuente a dejar ir la noche. El cierre llegó con el bilongo cubano “La Negra Tomasa”, una canción que, lejos de envejecer, se ha convertido en un himno.
Más que un concierto, fue un encuentro entre generaciones, una celebración del rock mexicano que marcó a más de una generación y que sigue escribiendo su historia, esta vez, bajo el lluvioso cielo de Cancún.