Durante la ponencia en el primer encuentro de mujeres por el reciclaje celebrado en Playa del Carmen, el auditor y coordinador ambiental Jorge Alexis de Aldecoa Morales, CEO de Eukariota, advirtió que en la península de Yucatán no existe ninguna biorrefinería en operación, a pesar del potencial agrícola de la región.
Con gráficas que mostraban la cuantificación de los recursos agrícolas en Campeche, Quintana Roo y Yucatán, explicó que la ausencia de esta industria limita el aprovechamiento de la biomasa local, que podría transformarse en biocombustibles y bioproductos con alto valor económico.
De acuerdo con los datos expuestos, Campeche cuenta con cultivos de caña de azúcar, maíz, palma africana y soya, mientras que Quintana Roo destaca en caña de azúcar y Yucatán en cítricos y granos. Sin embargo, la falta de infraestructura para transformar esa producción en energía o materiales derivados impide que la región genere valor agregado.
“En Europa, estas mismas materias primas se convierten en fuentes de empleo, energía y desarrollo regional; aquí seguimos sin dar el salto”, señaló Aldecoa Morales.
En su exposición se detalló que la península dispone de algunos avances en compostaje, rellenos sanitarios y plantas de tratamiento, pero sin alcanzar el nivel de industrialización requerido para producir biocombustibles. En Campeche existen 33 sitios de manejo de residuos —uno controlado y ocho semioficiales—; en Quintana Roo se contabilizan 22 sitios, de los cuales solo cinco están bajo control; y en Yucatán hay 106, con apenas 36 clasificados como oficiales. Ninguno de los tres estados cuenta con una sola biorrefinería en operación.
El especialista subrayó que esta carencia contrasta con la experiencia europea, donde las biorrefinerías forman parte de la estrategia económica y ambiental. De acuerdo con la Iniciativa de Industrias Bio-basadas (BIC), la bioeconomía en Europa genera más de 2.1 billones de euros anuales y más de 18 millones de empleos. En países como Francia, Suecia y Finlandia, la producción de biocombustibles y bioplásticos ha detonado industrias complementarias de transporte, mantenimiento, investigación y formación técnica.
Informes del consorcio ePURE estiman que la producción de etanol vegetal en Europa aporta más de 6,600 millones de euros anuales a los agricultores, fortaleciendo su independencia energética. Además, la Unión Europea mantiene más de mil instalaciones de procesamiento de biomasa y proyecta duplicar su capacidad hacia 2050. Estas plantas permiten transformar residuos agrícolas y forestales en energía, fertilizantes orgánicos y productos químicos biodegradables, mientras reducen emisiones y dependencia del petróleo.
Aldecoa Morales explicó que la península podría seguir un modelo similar si se establecieran políticas de incentivo, financiamiento público-privado y programas de capacitación técnica.
“Tenemos los cultivos, tenemos la materia prima; lo que falta es visión y decisión para industrializarla”, enfatizó.
Agregó que la instalación de una planta piloto permitiría aprovechar subproductos agrícolas y crear empleos especializados en comunidades rurales.
El expositor consideró que esta transición también requeriría un marco normativo que fomente la economía circular y la inversión en tecnología limpia. Actualmente, los residuos agrícolas de la región se utilizan principalmente para compostaje, quema o venta en bruto, lo que reduce su rentabilidad y contamina el entorno.
“En lugar de quemar caña o palma, podríamos transformarla en energía y en ingresos locales”, apuntó.
La falta de biorrefinerías representa, dijo, no solo un rezago técnico, sino una oportunidad económica desaprovechada. Con la misma biomasa que hoy se desecha, la península podría insertarse en los mercados globales de biocombustibles, impulsar el empleo rural y reducir su huella de carbono. La presentación concluyó con un llamado a integrar esfuerzos entre gobiernos, universidades y empresas para sentar las bases de una industria bioenergética regional.