ANTIGUA CIUDAD MAYA

Trabajos en la zona arqueológica de Oxtankah permiten conservación de estucos únicos

El descubrimiento de este vestigio, lo realizó el arqueólogo Luis Raúl Pantoja Díaz en 1997

LOCAL

·
Créditos: INAH

Cozumel, Quintana Roo, 11 de julio de 2024.- A través de varias décadas de trabajos y los más recientes realizados por arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), se ha mantenido en buenas condiciones el único mascarón de estuco modelado de la antigua ciudad maya de Oxtankah, que se extendió por más de mil 500 años en la bahía de Chetumal en el actual estado de Quintana Roo.

El descubrimiento de este vestigio, lo realizó el arqueólogo Luis Raúl Pantoja Díaz en 1997. En la actualidad, se realiza en este sitio el Programa de Mejoramiento de Zonas Arqueológicas (Promeza), del INAH, en el que se da prioridad a la conservación de este tipo de bienes junto a los restos que tiene adjunta la zona arqueológica y que corresponden a una capilla del siglo XVI.

Sigue leyendo:

Descubre la Zona Arqueológica de Ichkabal en Quintana Roo: Cómo llegar y cuánto cuesta la entrada

Descubre los misterios de los Mayas: 5 zonas arqueológicas que te dejarán sin aliento

FOTO: INAH

El mascarón decora la Estructura 4 de Plaza Abejas y representa a un jaguar estilizado, posible representación del Witz (el cerro de los mantenimientos en la concepción maya). Esta imagen, datada hacia el periodo Clásico Temprano (200-650 d.C.), “le da al edificio una importancia simbólica relevante, ya que tiene una planta laberíntica y con orientación de la fachada hacia el este, rumbo que marca el nacimiento del nuevo día”, comenta Pantoja Díaz.

Un historial de esta zona, ha dado un panorama más claro sobre lo que ha pasado con este mascarón de estuco y otros objetos del mismo material, como el estado en el que fueron encontrados en la década de los 90, en el que se detalla la fragilidad del mismo, y los efectos directos de agua y lluvia ocasionados por el paso del huracán “Dean” en el 2007, cuya fuerza derribó la palapa que lo protegía.

La especialista Cristian Hernández Ortega, con el apoyo de la secretaría de Cultura federal y del propio INAH, se encargó de hacer una evaluación preliminar “y la intervención directa de los bienes muebles y bienes asociados al inmueble, incluido el citado mascarón prehispánico, para recuperar su estabilidad y revertir los daños causados por el tiempo”, se detalla en el documento.

FOTO: INAH

Y es que Hernández Ortega precisa que, primero, se hicieron calas estratigráficas para reconocer los tipos de materiales, “era necesario ver qué era original y qué no. Así identificamos reposiciones, algunas de ellas hechas con cemento, lo cual constatamos con fotografías de 2015-2016, en las que se observa la reposición de un elemento con este material”.

Este tipo de procedimientos de reprodujeron en la escalinata de acceso a esta pieza de estuco en su mayoría, de 6, 06 metros de largo por 66 centímetros de alto, con toques de estuco rojo, resanando los espacios donde pudiera filtrarse agua y para evitar la intromisión de este elemento se redirigieron las caídas de agua a los laterales donde no ocasionan ningún problema.

Estas labores se se extendieron a la capilla del siglo XVI, cuya estructura que permanece apenas y alcanza un 30 por ciento de su superficie norte donde se hicieron algunas acciones de limpieza de plantas y microorganismos, resanes y otros cambios para evitar daños en las áreas cubiertas también de estuco.