Hermina tiene 13 años y, aunque debería ir en segundo año de secundaria y tener amigas, su realidad está lejos de ser como la de cualquier adolescente en una ciudad, ya que su vida transcurre en cubrir las necesidades de su familia que depende de la cosecha de caña para ganarse la vida.
Su padre y sus hermanos son cortadores de caña en la comunidad de Sacxan, en Othón P. Blanco, en donde cada año llegan decenas de familias. En el sitio se requieren tres mil cortadores de caña para la cosecha, a donde llegan desde Tabasco, Guerrero, Oaxaca y Chiapas, quienes se quedan por siete meses.
Se alojan en cuartos sucios de dos por tres metros con una ventana, pero sin cristal. Algunos con dos bases de concreto que simulan ser camas.
Hermina se levanta temprano y ayuda a su mamá en las labores del hogar: prepara comida y lava ropa, narra mientras limpia el maíz que más tarde usará para hacer pozol.
En Sacxan habitan al menos 40 niños y adolescentes. Los niños se dedican a jugar; las adolescentes a los quehaceres domésticos y los varones al corte de caña.
Yami tiene seis años. De grande quiere ser doctora, pero no va a la escuela. Está triste porque su hermano, de 17 años, se fracturó la pierna en os trabajos de zafra y tuvieron que llevarlo a otra comunidad para atenderlo porque no hay servicios médicos cercanos.
Hoy en día, el gobierno estatal, a través de la Secretaría Ejecutiva del SIPINNA (Sistema Nacional de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes), realiza jornadas en las que diversas instancias acercan servicios de salud, registro civil, asesoría legal y psicológica, además de detección de casos de abuso sexual infantil.
Lo anterior es con el objetivo de que menores, como Hermina y Yami, sean atendidas, sin embargo, las necesidades en esta región del estado siguen latentes.