CHIAPAS

Cuentos de Chiapas

Cuatro días en la selva Lacandona, nos invitan a redescubrir la magia con los pies bien plantados en la tierra. Entre ríos deslumbrantes, lagos esmeralda y montañas indomables, Chiapas es una tierra dedicada a la fantasía

ESTILO DE VIDA

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Chiapas es uno de los estados que lo tiene todo Créditos: Especial

Resguardado tras la espesa selva que se extiende a lo largo del río Usumacinta para subir cañadas, esconder caminos, cubrir montañas e intentar tocar el cielo, el corazón de Chiapas aún guarda muchos secretos por revelar.

“El 95% de la zona arqueológica de Palenque permanece sepultada bajo los árboles”, cuentan los guías que, cada año, reciben a cientos de viajeros listos para aventurarse por estos caprichosos senderos que, entre raíces, ramas y rocas, descubren, poco a poco, algunos de estos misterios que han sabido sobrevivir al paso del tiempo y el rigor de la naturaleza. El sitio arqueológico es nuestra vía de entrada a un viaje de cuatro días a través de la selva lacandona, en donde, con la curiosidad de sus primeros exploradores y siguiendo las huellas de los habitantes que, a lo largo de los siglos, la han hecho su casa, nos proponemos conocer una dimensión más íntima de un estado de la República en donde el ecosistema todavía tiene la última palabra.

Hospedados por la comunidad lacandona que, además de permitirnos acampar en sus tierras, cuenta con un pequeño albergue preparado para recibir a viajeros de todo el mundo, nuestra travesía incluye visitas a los sitios arqueológicos de Bonampak –y sus legendarios murales que sobreviven hasta hoy– y Yaxchilán, un lugar tan remoto que su única vía de acceso es navegando el río Usumacinta, en la frontera con Guatemala. Caminando entre las antiguas construcciones de piedra y conociendo su historia a través de las palabras de nuestros guías, entendemos que las ciudades mayas son todo menos cosa del pasado.

El resto del tiempo, lo aprovechamos para entrar en contacto directo con el mundo que aquí encuentra sus expresiones más libres. Para entender el carácter de Chiapas basta con explorar –a través de largas caminatas hasta sus cascadas, paseos en kayak por sus lagos milenarios o nadando en sus ríos helados– los cuerpos de agua que lo atraviesan como un sistema nervioso.

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