Cuando tenía 32 años, Yahel Leguel fue diagnosticada con cáncer de mama: “Ni siquiera es edad para hacerse una mastografía, no creían que fuera cáncer”, recuerda. Había estudiado Psicología y se especializó en las emociones de pacientes oncológicos, a los que atendía en el Hospital General: “Tres meses después me diagnostican, fue vivir la experiencia en carne y hueso, pensé que moriría”.
Tras un largo y doloroso proceso le practicaron una mastectomía bilateral, de la que no fue sencillo recuperarse: “La palabra cáncer tiene muchos mitos y tabúes y no hay acompañamiento integral para que la gente sane emocional y mentalmente, en el trayecto hay muchas perdidas”, dice. Un día, sin embargo, encontró nuevamente la paz… y fue en las alturas.
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Yahel entró en contacto con Fundación Cimas de la Esperanza, una asociación surgida hace 30 años en Francia, que desde hace cinco también trabaja en México. “La idea es demostrar que hay una vida después del cáncer, el propósito es llevar a los supervivientes de la enfermedad a hacer alta montaña y demostrar que son capaces, como todos los demás, y hasta más”, dice Sarah Legrand, coordinadora social de la iniciativa.
Con patrocinio de Campo Vivo y Fundación Salomón, cada año Cimas prepara una generación de alpinistas que sube cumbres como el Iztaccíhuatl, La Malinche y el Pico de Orizaba; además, anualmente lleva un grupo a los Alpes franceses y a un destino en Latinoamérica. “Ya hemos ayudado a más de medio centenar de personas que tuvieron osteosarcoma, leucemia, linfoma o cáncer de mama”, dice. Con esta última variante, participan ahora Yahel y Zenaida Guzmán Sánchez.
Para financiar la causa, el fotógrafo Charlie Hoornaert documenta los trayectos y pone en venta algunas copias.