Tras casi siete años de enfriamiento diplomático, México y España parecen dispuestos a cerrar el capítulo más absurdo de su relación reciente: la exigencia de perdón por la Conquista de 1521.
El deshielo comenzó en Madrid, durante la inauguración de la exposición “La Mujer en el México Indígena”, cuando el ministro de Relaciones Exteriores español, José Manuel Albares, reconoció que hace 504 años “hubo dolor e injusticia hacia los pueblos originarios, y justo es -afirmó- reconocerlo y lamentarlo”.
El gesto, simple pero simbólico, fue suficiente para que la presidenta Claudia Sheinbaum lo interpretara como un primer paso hacia la reconciliación, y como el cierre diplomático de una herida que su antecesor, Andrés Manuel López Obrador, abrió en 2019 al exigirle al rey Felipe VI una disculpa por hechos ocurridos hace más de cinco siglos.
Sin embargo, el reconocimiento de Albares cayó como bomba en Madrid. La oposición conservadora, encabezada por Alberto Núñez Feijóo, pidió su renuncia por contradecir la postura del Gobierno y, sobre todo, la investidura del monarca. Y es que apenas días antes, el presidente Pedro Sánchez había reiterado que “el pasado no puede juzgarse con criterios contemporáneos”, cerrando la puerta a cualquier disculpa formal.
Entre el intento conciliador del canciller y la firmeza del presidente español, se mueve ahora la cuerda floja de la diplomacia iberoamericana. Y en medio, Sheinbaum, quien pese a mostrarse comprensiva, carga con un dilema heredado: en su propio libro “Diario de una Transición Histórica”, reconoció que López Obrador le pidió no asumir sus pleitos -entre ellos, el del rey de España-, pero ella decidió mantener la postura y no invitarlo a su toma de posesión el año pasado.
Hoy, con los vientos de reconciliación soplando desde Madrid, parece que la presidenta ha comprendido que mirar al pasado no construye futuro. México y España tienen demasiados lazos culturales, económicos y turísticos, como para seguir discutiendo banalmente sobre Hernán Cortés y Moctezuma.
ZARPAZO
En enero próximo, Madrid albergará la Feria Internacional de Turismo (Fitur 2026), donde México será país socio invitado. La visita del rey Felipe VI al pabellón mexicano será inevitable, y la anfitriona será -inevitablemente también-, la presidenta Sheinbaum. Es la oportunidad perfecta para cerrar este capítulo incómodo que fue más un capricho de López Obrador que una política de Estado.
El futuro de la relación con España no pasa por pedir perdones imposibles, sino por construir alianzas duraderas. Que la primera mujer presidenta de México sea también quien devuelva la dignidad diplomática que su país perdió entre reclamos anacrónicos, sería, sin duda, el verdadero acto de reconciliación histórica entre ambas naciones.